17 març CONTES PER REFLEXIONAR: CERCLE 99
Aquest conte no tracta de la felicitat, sinó de la infelicitat. Què és allò que ens fa realment infeliços i no ens deixa gaudir?
Había una vez un rey que vivía muy triste y que tenía un criado que siempre parecía ser muy feliz. Todas las mañanas despertaba al rey y le llevaba el desayuno cantando alegres canciones de juglares. En su distendida cara se dibujaba una gran sonrisa, y su actitud ante la vida era siempre serena y alegre.
Un día, el rey le exigió que le contara el secreto de su alegría. El paje contestó que no había tal secreto.
- Es que no tengo razones para estar triste, Majestad. Su Alteza me honra permitiéndome atenderle. Tengo a mi esposa y a mis hijos viviendo en la casa que la corte nos ha asignado. Nos visten y nos alimentan. Su Alteza me premia de vez en cuando con algunas monedas, ¿cómo podría quejarme?
El rey no comprendía cómo podía ser feliz viviendo de prestado, usando ropa vieja y alimentándose de las sobras de los cortesanos.
Cuando se calmó, el rey llamó al más sabio de sus consejeros y le explicó la conversación que había mantenido aquella mañana, pidiéndole una explicación.
- Lo que sucede, Alteza, es que él está fuera del círculo tóxico del 99.
- ¿Y eso lo hace feliz? –preguntó el rey.
- No, señor. Eso es lo que no lo hace infeliz. Especialmente porque nunca ha entrado.
- Necesito saber qué círculo es ese –dijo el rey.
- Solo podría entenderlo si se lo muestro con hechos, dejando que su paje entre en el círculo.
(…)Esa noche, según el plan, el sabio fue a buscar al rey. Le había traído una bolsa de cuero con noventa y nueve monedas de oro. Ni una más ni una menos.
Se dirigieron hacia los patios del palacio y buscaron un escondrijo junto a la casa del paje. Al alba, justo en el momento en el que se encendía la primera vela en el interior de la casa, ataron la bolsa de cuero en la puerta, golpearon con fuerza y volvieron a esconderse.
Observaron cómo el paje salía, veía la bolsa, la agitaba y apretaba el tesoro que intuía contra su pecho. Luego, mirando hacia todos los lados para comprobar que nadie lo observaba, volvió a entrar en su casa.
Desde fuera, los espías oyeron cómo el criado trancaba la puerta y se asomaron a la ventana para observar la escena. El hombre había tirado al suelo todo lo que había sobre su mesa, excepto una vela. Se había sentado y había vaciado el contenido del saco.
Sus ojos no podían creer lo que estaban viendo. ¡Era una montaña de monedas de oro! El paje las tocaba y amontonaba. Las acariciaba y hacía que la luz de la vela brillara sobre ellas.
Así, jugando y jugando, empezó a hacer montones de diez monedas. Un montón de diez, dos montones de diez, tres montones, cuatro, cinco, seis… Mientras, sumaba: diez, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta, sesenta…
Así, hasta que formó el último montón… ¡Ese tenía solamente nueve monedas!
Primero su mirada recorrió la mesa, buscando una moneda más. Después miró el suelo y, finalmente, la bolsa. Puso el último montón al lado de los otros y comprobó que era más bajo.
–¡Me han robado! –gritó por fin–. ¡Me han robado una moneda de oro! ¡Malditos!
Él, que nunca había tocado una moneda de oro en su vida, él, que había recibido una montaña de ellas como regalo inesperado, él, que tenía ahora en sus manos esa fortuna enorme, sentía que le habían robado.
El rey se asombró al comprobar que, por primera vez, el paje no sonreía.(…)
El sirviente guardó las monedas en la bolsa y, mirando hacia todas partes para comprobar que no lo veía nadie de la casa, escondió la bolsa entre la leña. Después tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos.
(…)Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que pudiera recibir, en once o doce años, tendría lo necesario para conseguir otra moneda de oro. Doce años es mucho tiempo, pensó. Quizá pudiera pedirle a su esposa que buscara trabajo en el pueblo durante un tiempo.
Él mismo podía trabajar después de terminar su tarea en el palacio. Hasta la noche podría conseguir alguna paga extra. Hizo cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su esposa, en siete años podría reunir el dinero.
Quizá pudiera llevar al pueblo la comida que les sobraba todas las noches y venderla por unas monedas. De hecho, cuanto menos comieran, más cantidad podrían vender.
¿Para qué querían tanta ropa de invierno? Estaba haciendo calor. ¿Para qué tener más de un par de zapatos?
Era un sacrificio. Pero en cuatro años de sacrificio conseguiría su moneda número cien y, entonces, podría volver a ser feliz.
Durante los meses siguientes, el paje llevó adelante sus planes, arruinando su vida, tal como el asesor había predicho.
No pasó mucho tiempo. El rey terminó despidiendo al sirviente. No era agradable tener un paje que siempre estaba de mal humor.
El círculo del 99 (JORGE BUCAY)
REFLEXIÓ:
Has estat mai al cercle 99? T’hi trobes actualment?
Què és el cercle 99? Molts de nosaltres hi hem estat en alguna ocasió. Has sentit mai que et falta alguna cosa per sentir-te complert/a? Pensar que només aleshores és quan podràs gaudir del que tens?
Aquest conte ens permet reflexionar sobre la felicitat i la infelicitat, sobre allò que ens fa romandre dins del cercle, sobre l’estrès i la frustració.
Estar dins del cercle 99 no vol dir únicament estar enfocat a aconseguir coses materials com un cotxe, una casa o un mòbil d’última generació…hi ha persones molt orientades a intangibles com aconseguir reconeixement, prestigi, afecte o simplement companyia. Moltes vegades sentim que el benestar i la satisfacció arribaran “quan tingui un bon sou”, “quan em jubili i tingui temps”, “quan els meus fills siguin més grans”, “quan tingui un fill”…. en definitiva, quan aconseguim un objectiu.
Doncs bé, això és el cercle. Centrar la teva atenció en el que “manca”, sentir que la felicitat haurà d’esperar fins que tot estigui complert. Com veus, la infelicitat no consisteix en no tenir suficient sinó en pensar que ens manca quelcom, molt poc, per tenir-ho tot. Un cercle en el que entrem i que pot impedir-nos gaudir de la vida. Igual que li va passar al patge del conte, la societat de consum actual ens arrossega a entrar dins del cercle del 99 i en el nostre afany d’aconseguir totes aquestes coses, materials o no, ens oblidem del més important: sentir-nos agraïts pel que tenim, pel que fem i pel que som.
No ens mal interpretis, tenir objectius és important: generen motivació, moviment, i satisfacció pel propi compliment. Però és necessari focalitzar l’atenció en el camí. Aquesta és la trampa del cercle: podem sentir-nos plens al llarg del camí. Si ens centrem en aquesta moneda que creiem que manca i deixem de valorar allò que tenim, caiem en la trampa de la insatisfacció.
NO DEIXIS DE GAUDIR DEL QUE TENS PER ENYORAR ALLÒ QUE CREUS QUE ET FALTA
Si amb tot allò que tens no ets feliç, amb tot allò que et falta tampoc ho seràs.
Para’t per un instant i intenta recordar quan ha estat l’última vegada que t’has sentit una persona afortunada? Sortir del cercle 99 és possible i la millor manera de començar a sortir és des de la gratitud.
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